8 de diciembre de 2014

Adaptación TODA CLASE DE PIELES - Borrador 1

Esta historia me la contó mi madre, a ella la abuela y a la abuela... bueno, viene de lejos.

Toda clase de pieles
Es la historia de una joven princesa llamada Noa  y dice así:
Hace muchos años, entre bellas montañas y rodeado por un cristalino lago, se alzaba un reino gobernado por su amado rey y su bella esposa; y la reina estaba a punto de tener un bebé. 
Una mañana de otoño nació una adorable princesita, Noa, una niña de suaves ojos azules y cabello dorado.

Noa crecía arropada por el cariño de sus padres. Disfrutaba cada día de chocolate caliente, pasteles de jengibre, vestidos nuevos, paseos bajo el sol, cosquillas en la barriga... pero, sobre todo amaba la calidez de la voz de su mamá que le contaba las más dulces historias antes de dormir.
Todo era perfecto, pero... la felicidad, duró poco. Cuando Noa tenía seis años, la reina enfermó, estaba muy débil y le quedaba poco tiempo. Viéndose así, mandó llamar a su hija. 

No te pongas triste – le dijo – a partir de hoy seré un ángel, tu ángel de la guarda y acariciándole dulcemente las manos, le entregó un pequeño saco en el que guardaba su vestido de boda y un colgante.

La tristeza llegó a palacio y la dulce princesa, día tras día, consolaba a su padre con tiernas sonrisas y fuertes abrazos.
Noa pensaba a diario en su madre y muchas veces, cuando sentía ganas de llorar, abría el saco. Aquel vestido era precioso, brillante como las mismas estrellas y en el colgante lucían las alas de un ángel.
Pasaron los años y su padre, todavía apuesto y joven, se enamoró de otra mujer con la que se casó. La nueva reina, celosa del cariño que el rey sentía hacia su hija y presa de la rabia, ideó un plan para sacarla de palacio. Con mentiras y falsas artimañas convenció a su esposo para darla en matrimonio al gobernante de un reino muy lejano.
El día de su catorce cumpleaños, Noa recibió la triste orden.

Pero papá, no puedes obligarme a casarme con alguien a quien no amo – replicó.

Su padre, que parecía embrujado con la maldad de aquella mujer, ni siquiera la escuchó y anunció la boda.
Tenía que huir de ese destino cruel y esa misma noche, decidida, escondió sus miedos bajo un viejo abrigo de pieles de uno de los criados y salió corriendo hacia el bosque aprovechando la oscuridad de la noche. Corrió y corrió, hasta llegar a una pequeña aldea al otro lado del lago, fuera del mandato de su padre.
Todo el reino buscó y buscó pero nunca encontraron a la princesa.



Sola, deambulaba por largas calles que no la llevaban a ninguna parte, pedía limosna y apenas comía. Por la noche, refugiada bajo el abrigo, contemplaba las estrellas y pedía a su madre, su ángel de la guarda, que la ayudase.

¡Madre, cómo podía imaginar yo que el mundo estaba hecho jirones! Hay pobreza, frío, hambre, mucha hambre.... la alegría es cosa de palacios, príncipes y princesas.

A la mañana siguiente, mientras Noa caminaba por la plaza buscando algo que llevarse a la boca; el joven príncipe de la villa se fijó en ella, con aquellos harapos de piel, tan triste, frágil, desamparada, tan perdida...
Enseguida se acercó y le ofreció trabajar en las cocinas de palacio ayudando a su cocinero que empezaba a estar muy mayor. Noa, desesperada, aceptó.

Pasaron los meses, y en palacio todo el mundo quería a “toda clase de pieles”, nombre que le pusieron por su abrigo. Ayudaba al cocinero real con el que hizo muy buenas migas, era una chica responsable y muy trabajadora. Además, como decía él, tenía buena mano para la cocina.
Día tras día, veía al príncipe y sentía que era el hombre más guapo y bueno del mundo.



Se había enamorado de él nada más verlo, cuando la rescató del frío y la lluvia, pero sabía que nunca podría ocupar su corazón... Era una princesa, sí, pero no podía revelar su secreto.
En la corte se anunció un baile, un baile al que acudirían todas las jóvenes del reino, pues ya era hora de casar al príncipe.
Esa noche, toda clase de pieles pidió al cocinero la dejará subir un momento para ver el baile.

Por favor, nunca he visto un baile real - suplicó.

Está bien jovencita, ve y vuelve para la cena – contestó el cocinero.

Toda clase de pieles corrió a sus aposentos, se lavó la cara y se cepilló el pelo. Deslizó el colgante en su cuello y se puso el vestido.
Entró en el salón y se hizo el silencio. ¿Es un ángel? ¿una estrella? 



El príncipe saltó de su silla y corrió hasta ella, no podía dejar de mirarla. Bailaron toda la noche.

Es bellísima – pensó, mientras con la mirada acariciaba su rostro, su cabello y su cuello con aquel precioso colgante alado, alas de ángel como era ella.

Noa estaba tan a gusto y sentía tanto amor, que se olvidó de la hora.

Es tarde, tengo que irme – exclamó y como una estrella fugaz, se alejó entre la gente.

Bajó corriendo las escaleras que la separaban de su cuarto, entró y cambió el vestido por sus viejas pieles y se tiznó la cara de nuevo. Con las prisas se olvidó del colgante.
Ya en las cocinas, el cocinero que estaba muy nervioso, le mandó preparar el consomé que siempre cenaba el príncipe.
Con los mejores ingredientes y el más profundo amor, preparó aquel consomé. Camino a la habitación del príncipe, se tropezó y el colgante se abrió dejando caer las alas en el cuenco.
El príncipe tomó la sopa y cual fue su sorpresa cuando vio resplandecer aquel brillante ángel.

Acércate – dijo - ¿Qué es ésto?.

Toda clase de pieles, se acercó temblando al cuenco. El príncipe limpió dulcemente el carbón de su cara. 

Eres tú, deseaba que fueras tú – susurró al oído de aquella frágil niña.

Vivieron felices por siempre jamás.




Se acabó el cuento
se lo llevó el viento 
y se fue...
por el mar adentro

Elementos que he intentado respetar en mi adaptación:

La estructura o esquema básico:
  • La protagonista, Noa, nace en una familia feliz que la protege y la mima.
  • Muere su madre.
    La madre le entrega unos regalos que la ayudarán en la vida.
  • Noa crece feliz y se siente querida.
  • Cuando está llegando a la adolescencia, se ve forzada a huir del núcleo familiar puesto que la obligan a casarse con alguien a quien ni siquiera conoce.
  • Huye llevándose los recuerdos de su madre.
  • Se enfrenta a la vida adulta representada por el bosque y la vida en la aldea, donde debe ocultar su identidad.
  • El príncipe la encuentra y la lleva a palacio. Allí trabaja como cocinera, muy por debajo de su clase social.
  • Se enamora del príncipe.
  • Para que se fije en ella utiliza los regalos de su madre.
  • Finalmente, el príncipe se enamora de ella.
  • Forma su propio núcleo familiar, es feliz y recobra su estatus social.

He mantenido los aprendizajes a nivel del pueblo, una princesa que se ve obligada a trabajar como sirvienta (Cambio de estatus social)

No cambia el tópico del cuento. Una chica que se queda huérfana de madre y que no quiere cumplir los deseos de su padre.

• He partido de una versión fiable. Nuestra profesora Irune nos contó en clase la versión de los Hermanos Grimm. 

Aspectos que he cambiado:

He quitado el tema del incesto. No me parece un tema apropiado en un cuento para niños.
En la narración inicial, este hecho justifica la huida de la princesa; yo he preferido suavizarlo con una madrastra cruel y un matrimonio en contra de su voluntad.

He añadido algún diálogo para hacerlo más ameno.

También, con la intención de hacerlo un poco más corto, he variado el número de vestidos y de figuras en el colgante.



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